Dados los desafíos, los círculos políticos de Bruselas tienen ahora una receta competitiva para la economía. Pero en el fondo, esto parece estar impulsado por ideas contradictorias: por un lado, hay ideas conservadoras que ven el libre comercio y la política de competencia como la clave para la competencia, aunque tal vez reconozcan que la necesidad de seguridad económica puede conducir a más intervención pública de lo habitual.
Por otro lado, hay ideas intervencionistas, que impulsan la necesidad de superar el modelo establecido para afrontar un nuevo mundo feliz de competencia geoeconómica e industrial. Esto significa el control del gobierno en los sectores industriales, la reducción de la política de competencia y el uso de herramientas comerciales – como impuestos y restricciones a las importaciones extranjeras – para proteger el mercado europeo.
Este nuevo debate es más profundo, más complejo y más divisivo que sus predecesores. La competitividad debe conciliarse con los nuevos desafíos actuales, incluida la seguridad económica, la descarbonización, la reducción del espacio económico y el nacionalismo de la economía de China, Estados Unidos y otros socios comerciales.
Y para que Europa pueda gestionar todo esto, hemos propuesto algunos puntos que serían un buen punto de partida:
En primer lugar, la única manera de que la Unión Europea desarrolle una política de competitividad económica eficaz es utilizar su mayor activo: el mercado único.
Sólo el próspero mercado de la UE, globalmente conectado, puede alcanzar el mismo nivel de competitividad que los mercados internos de Estados Unidos y China. La descentralización no llevará la inversión empresarial al nivel que Europa necesita si quiere competir globalmente en tecnologías futuras, como las baterías o los coches eléctricos.